¡ESCÁNDALO EN COLOMBIA! Gustavo Petro, presidente del país, se encuentra en el ojo del huracán tras revelaciones impactantes que lo vinculan directamente con el intento de asesinato de Miguel Uribe, exalcalde de Bogotá. Durante meses, Petro ha utilizado un lenguaje incendiario, descalificando a sus opositores como “nazis”, “esclavistas” y “asesinos”. Pero, ¿hasta dónde llega la responsabilidad de un líder cuando sus palabras incitan a la violencia?
Hoy, en un análisis contundente, se plantea la inquietante posibilidad de que Petro pueda ser considerado un “asesino intelectual”. La retórica de odio que ha propagado ha creado un clima propicio para la agresión, y el reciente ataque contra Uribe no puede ser visto como un hecho aislado. La historia ha demostrado que líderes que deshumanizan a sus adversarios pueden ser responsables de actos violentos, incluso sin haber dado órdenes directas.
El intento de asesinato de Uribe es un eco de un discurso que ha normalizado la violencia política en Colombia. Las palabras de Petro, que han estigmatizado a quienes se oponen a su agenda, han colocado un blanco sobre la espalda de sus críticos. Este tipo de narrativa, repetida desde el poder, precede a actos de violencia política, y la comunidad internacional ahora observa con preocupación.
La ética de un líder se mide no solo por sus acciones, sino también por las consecuencias de sus palabras. La democracia exige respeto al diálogo y a la diversidad de opiniones, principios que Petro parece haber olvidado. La sociedad colombiana no puede permanecer en silencio ante estos abusos. Es hora de que se exijan responsabilidades antes de que sea demasiado tarde. La amenaza a la democracia es real y urgente. Colombia no puede permitir que se consolide una dictadura disfrazada de socialismo. ¡La lucha por la verdad y la justicia comienza ahora!