HARFUCH Y ALCALDE DE UROUPAN CONTRA LA CRIMINALIDAD autorizan el uso de fuerza letal contra delincuentes armados.


**Uruapán en llamas: El alcalde y Harfuch declaran la guerra a la criminalidad**

En un giro impactante que ha sacudido a México, el alcalde de Uruapán, Carlos Manzo Rodríguez, ha autorizado el uso de fuerza letal contra criminales armados, desafiando la narrativa de la paz y el abrazo que ha dominado el discurso de seguridad en el país. En una conferencia de prensa que dejó a muchos boquiabiertos, Manzo declaró: “Si nos disparan, vamos a responder con fuego, no con abrazos”. Esta decisión ha convertido a Uruapán en el epicentro de un debate nacional sobre la seguridad pública y la lucha contra el crimen organizado.

El contexto de esta drástica medida no es menor. Uruapán ha sido asediada por la violencia durante meses, con asaltos, extorsiones y balaceras que han mantenido a la ciudadanía en un estado constante de miedo. La policía municipal, mal equipada y con sueldos insuficientes, ha sido incapaz de hacer frente a las crecientes amenazas. En este escenario, Manzo, un ingeniero agrónomo sin afiliación política, ha decidido romper con la inacción y tomar el control.

El respaldo del secretario de Seguridad Federal, Omar García Harfuch, ha añadido peso a la estrategia de Manzo. “No se trata de militarizar, sino de recuperar el control”, afirmó Harfuch, subrayando que la ley debe aplicarse con firmeza. Este mensaje ha resonado en un país cansado de la impunidad y el miedo, generando tanto apoyo como críticas en redes sociales. Uruapán se convirtió en tendencia nacional casi instantáneamente, con marchas ciudadanas que clamaban “Basta de miedo, respaldamos a nuestro presidente”.

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Sin embargo, la respuesta no tardó en llegar. Grupos criminales han comenzado a enviar amenazas directas a Manzo y su equipo, señalando que no se rendirán sin pelear. A pesar de las intimidaciones, el alcalde ha mantenido su postura firme, afirmando que “no se puede permitir que Uruapán siga siendo rehén del crimen”. La tensión ha escalado, pero también lo ha hecho la determinación de la comunidad, que ha comenzado a ver cambios tangibles en su entorno.

Las medidas implementadas por Manzo incluyen un aumento del 30% en los salarios de los policías, la compra de vehículos blindados y la capacitación continua de las fuerzas del orden. En un giro simbólico, los patrullajes han comenzado a mostrar a policías con rostros visibles y uniformes nuevos, en un intento por recuperar la confianza de los ciudadanos. Las calles de Uruapán, antes desiertas por el miedo, ahora ven a familias paseando y comerciantes trabajando hasta tarde.

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Sin embargo, la batalla está lejos de terminar. La estrategia de Manzo ha sido calificada como un experimento que podría tener repercusiones a largo plazo. Organismos de derechos humanos han expresado su preocupación por la posible militarización de la seguridad pública, mientras que otros aplauden la valentía del alcalde por enfrentar al crimen de manera frontal. “No estamos militarizando, estamos dignificando a la policía”, ha declarado Manzo, insistiendo en que la lucha contra el crimen debe hacerse con legalidad y respeto a los derechos humanos.

La historia de Uruapán se está convirtiendo en un laboratorio de seguridad, un caso que otros municipios están observando de cerca. Alcaldes de diferentes partes del país han comenzado a replicar las medidas de Manzo, y el Congreso de Michoacán ya discute leyes que permitan a los municipios contar con fondos especiales para equipamiento.

Mientras el debate sobre la estrategia de Uruapán continúa en los medios de comunicación y en la opinión pública, la vida en la ciudad está cambiando. La comunidad, ahora más unida y resiliente, está dispuesta a luchar por un futuro sin miedo. “No vine a ser popular, vine a hacer lo correcto”, ha afirmado Manzo, y con cada decisión que toma, parece estar escribiendo un nuevo capítulo en la historia de Uruapán, uno que podría servir de modelo para el resto del país. La lucha por la seguridad en México ha tomado un giro inesperado, y Uruapán se ha convertido en el campo de batalla donde se decidirá el futuro de la paz y la justicia.