**El Arzobispo Vigano Sacude al Vaticano: La Verdad Detrás del Papa León XIV**
El silencio del arzobispo Carlo María Vigano ha sido roto con un estruendo que reverbera en el corazón de la comunidad católica. En un mensaje directo y contundente, Vigano no solo desafía al nuevo Papa León XIV, sino que lanza una crítica despiadada a la ilusión que muchos católicos han construido a su alrededor. Sus palabras, cargadas de significado, remueven la narrativa de esperanza que se había begunado con el reciente pontificado, desnudando lo que él ve como una peligrosa continuidad con el legado de Francisco.
Vigano, una figura polarizadora que ha sido tanto profeta como paria, lanza su acusación: los fieles están creando una “iglesia virtual”, una construcción de fantasía que ignora la realidad que se despliega ante ellos. En lugar de un cambio genuino, el arzobispo advierte que lo que se observa es simplemente un refinamiento de la misma crisis que ha dividido a la iglesia en la última década. Con su estilo directo y sin adornos, Vigano desafía a los católicos a despertar de su complacencia y confrontar la verdad.
Desde su elección, León XIV ha hecho llamados a la unidad y la paz, pero la retórica diplomática no ha sido suficiente para aplacar las inquietudes de aquellos que buscan claridad en la doctrina. En su crítica, Vigano señala decisiones y nombramientos que, según él, no son signos de progreso, sino de una erosión aún más profunda de los valores tradicionales. La ambigüedad que ha caracterizado los primeros meses del nuevo papado ha dejado a muchos católicos sintiéndose desorientados y traicionados.
El mensaje de Vigano, aunque severo, resuena con una verdad inquietante: la iglesia no está sanando, sino que está redoblando esfuerzos en una dirección que muchos no quieren reconocer. En este momento crítico, Vigano se presenta como un faro de resistencia, un recordatorio de que el camino hacia la verdad es a menudo doloroso, pero necesario. La pregunta que queda flotando en el aire es clara: ¿estamos dispuestos a enfrentar la realidad de la iglesia que realmente tenemos, o preferiremos seguir viviendo en la ficción que nos consuela?