**¡Fiesta en el Ciutat! Levante UD Celebra su Ascenso con un Triunfo Épico sobre Eibar**
LEVANTE UD – EIBAR: Crónica, resumen y goles de la fiesta del ascenso en el Ciutat
Edu Ripoll
Fue el cierre soñado a una temporada inolvidable. La línea de meta a un maratón difícil y exigente, que arrancó en Gijón y que, una jornada después frente al Cádiz, se sintió que podía ser el año del Levante. Con sus idas y venidas, y su montaña rusa de emociones que, en el último tramo de competición, adquirió una fase ascendente que le llevó a Primera División, el equipo de Julián Calero puso punto y final a un curso que será recordado siempre. No fue el partido más lúcido de los granotes, pero sí el que le permitió a su afición disfrutar de la última jornada desde la tranquilidad más absoluta.
Los deberes se hicieron en Burgos, de forma apoteósica, para hacer del Ciutat de València una fiesta. La afición, que llenó las gradas de Orriols, presenció una victoria frente al Eibar (1-0), gracias a un gol de Dela, que supo a gloria. El resultado poco importó, y más, si sirvió igualmente para hacer al Levante campeón de Segunda División, tras un partido sin mucho fútbol sobre el césped pese a que el Levante puso el alma, pero donde se respiró un ambiente de pura pasión y de absoluta felicidad que terminó con un triunfo para la historia y con invasión de la afición, que es la que más merece este ascenso, al césped del Ciutat. No todos los días se celebra un regreso a Primera División. Era el momento de disfrutarlo y, sobre todo, de vivirlo después de una temporada cargada de sufrimiento, pero que ha acabado por todo lo alto.
Desde la cima ha finalizado el Levante su travesía por Segunda División. Argumentos no le faltaron para jugar desde la alegría y la ausencia de tensión, pero la mentalidad competitiva de este equipo, más allá de los beneficios económicos que implicaba, le llevó a afrontar su duelo frente al Eibar con la intención de que no se le escapara la primera posición. Envuelto de un ambiente de Primera, los de Julián Calero, tras el pasillo que les hizo el Eibar por el ascenso a la élite, salieron a morder, pero, pese a que no tuvieron objetivos por los que pelear durante la última jornada de competición, el Eibar fue un hueso duro de roer. Un remate de cabeza de Roger Brugué, tras un centro lateral de Pablo Martínez, fue la única oportunidad de peligro de un Levante que, sin apenas modificaciones en su once, tiró más de corazón que de cabeza. Sin embargo, el cambio principal residió en su portería. Alfonso Pastor, dos años después de su última vez, volvió a ponerse los guantes y disputó su primer partido oficial con el Levante. Además, dejando la portería a cero, cuya marca siempre es de una enorme satisfacción para cualquier arquero. A lo largo de la primera parte, sacó dos balones de mucho mérito con el pie a un remate de Corpas y después a otro de Bautista, pero cerró el primer acto viendo cómo un latigazo de Iván Gil desde fuera del área se estrelló en la madera.
Así llegó el tiempo de descanso, para dar comienzo a una segunda parte que comenzó de forma eléctrica por parte de los armeros. Quisieron entorpecer la fiesta que se estaba llevando a cabo en el Ciutat de València, pero poco importó. La grada se lo pasó en grande. Hizo la ola, ovacionó a sus héroes y cantó más fuerte que nunca que, de una vez por todas, son de Primera División. Mientras, el Levante fue aumentando sus pretensiones a la vez que fue dándole dinamismo a su dibujo con cambios. Cinco minutos después de la reanudación, Algobia, Espí y Forés entraron sobre el verde y el equipo lo notó. Sobre todo, Carlos Álvarez, el más aclamado tras su diana bendita en Burgos, que encontró en el ‘37’ y en el ‘19’ dos socios con los que asociarse.
El Levante no dejó de intentarlo. Supo que el empate le servía para ser campeón, pero no desistió en su búsqueda de la victoria hasta que, en el 83’, Chema Rodríguez cometió pena máxima sobre Álex Forés. Dela, desatando la locura en las gradas del coliseo de Orriols, coronó a su equipo campeón antes de vivir uno de los momentos más emocionantes del curso: Giorgi Kochorashvili, acompañado de un Vicente Iborra que le dio un beso en la frente como bendición antes de partir hacia Portugal, jugó sus últimos minutos como granota y con el brazalete. Más simbolismo, imposible. Una victoria para el recuerdo que, pese a las advertencias, terminó con invasión de campo para celebrar todo lo bonito que se ha vivido este año en Orriols. Lógico, porque a este club, y a esta afición, le hacían falta muchas alegrías. Las necesitaba. Nos vemos en Primera División.