El 13 de marzo de 2013, el Cónclave de cardenales de la Iglesia Católica eligió a Jorge Mario Bergoglio como el 266º Papa, marcando un hito en la historia al convertirse en el primer pontífice de América Latina y el primer no europeo en mil años. La elección de Bergoglio, quien adoptó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, fue recibida con asombro y júbilo en todo el mundo, especialmente en su Argentina natal.
La atmósfera en la Plaza de San Pedro era electrizante mientras los fieles esperaban ansiosos el anuncio del nuevo Papa. Con el humo blanco que surgía de la chimenea de la Capilla Sixtina, la multitud estalló en vítores al confirmar que había un nuevo líder espiritual. El momento fue descrito como “sagrado” no solo para los mil millones de católicos, sino para la humanidad en general.
Francisco se presentó al mundo de una manera poco convencional. Al salir al balcón, en lugar de vestimentas tradicionales, se mostró accesible y cercano, dirigiéndose a la multitud con un simple “buenas noches”. Este gesto marcó un cambio radical en la forma de interactuar del Papado con los fieles. En una decisión sin precedentes, pidió a la multitud que lo bendijera, lo que dejó a muchos conmovidos y visiblemente emocionados.
Desde el primer día, el estilo del Papa Francisco fue evidente. Optó por vivir en la Casa Santa Marta, en lugar del lujoso Palacio Apostólico, lo que simbolizaba su enfoque humilde y su compromiso con los más necesitados. Su elección del nombre y su deseo de servir a los pobres reflejaron un compromiso renovado con la justicia social y la pastoral.
A medida que han pasado los años, Francisco ha continuado desafiando las normas tradicionales, enfatizando la importancia de la misericordia y el diálogo interreligioso. Su papado ha sido un hito en la historia moderna de la Iglesia Católica, y su elección sigue resonando en el corazón de muchos creyentes en todo el mundo.