En un giro alarmante de los acontecimientos, las autoridades han intensificado la búsqueda de José Artiaga Hernández, conocido como “El Costeño”, vinculado directamente al atentado que dejó a Miguel Uribe en estado grave tras recibir un disparo en la cabeza. Este crimen, que ha sacudido a Bogotá, ha reabierto heridas de la violencia narcotraficante de los años 80.
El ataque, ocurrido el 7 de junio, ha llevado a la policía a ofrecer una recompensa de 300 millones de pesos por información que conduzca a la captura de Arteaga, quien se ha convertido en el hombre más buscado del país. Testigos en su barrio, El Muelle, revelan que El Costeño, un exbarbero, había estado planeando el atentado en secreto, utilizando su barbería como fachada para actividades ilícitas.
Según fuentes cercanas a la investigación, Arteaga no solo es un conocido delincuente con más de 20 años de actividad criminal, sino que también ha estado involucrado en el microtráfico, una red que ha crecido exponencialmente en Bogotá. La policía ha revelado que el joven sicario de 15 años que disparó a Uribe y una mujer de 19 años, capturada en Caquetá, han proporcionado información crucial sobre la planificación del ataque.
La situación se complica aún más con la creciente violencia en la capital, donde los homicidios y la extorsión están en aumento, vinculados a bandas como el Clan del Golfo y el Tren de Aragua. El alcalde Carlos Fernando Galán ha advertido sobre el impacto del incremento en la producción de drogas en regiones como Cauca y Nariño, que alimenta el microtráfico en Bogotá.
Mientras Miguel Uribe continúa luchando por su vida en la Fundación Santa Fe, las autoridades están bajo presión para capturar a El Costeño y desmantelar la red que ha dejado a la ciudad al borde del caos. La urgencia de la situación es palpable; cada minuto cuenta en la búsqueda de justicia y seguridad en las calles de Bogotá.