**Título: El Sicario que Reveló un Escándalo: Acusaciones que Sacuden los Cimientos del Poder en Colombia**
La conmoción en Colombia es palpable tras la explosiva confesión de un joven sicario que, con tan solo 14 años, ha destapado una red de corrupción que involucra a altos funcionarios del gobierno. Juan Sebastián Rodríguez Casallas, quien intentó asesinar al político Miguel Uribe, ha afirmado que su acción fue parte de un plan meticuloso orquestado desde las sombras del Estado. La revelación de su testimonio ha puesto en jaque a la clase política, desatando un escándalo que amenaza con desestabilizar al gobierno actual.
Los detalles son escalofriantes. Durante un allanamiento en su hogar, las autoridades recuperaron el teléfono celular del menor, donde encontraron evidencia inquietante: fotografías del alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, y de la fiscal general de la nación, Luz Adriana Camargo, tomadas horas antes del ataque. Sin embargo, lo más impactante llegó cuando el joven sicario comenzó a hablar. En un cuaderno que parecía inofensivo, había anotaciones que revelaban fechas, nombres y un mensaje recurrente: “La orden vino de arriba”.
Rodríguez Casallas no solo se presentó como un niño manipulado por el crimen organizado, sino como un testigo clave en un complot que podría implicar a figuras de alto rango en el gobierno. En su relato, aseguró que fue reclutado por un hombre de traje que le prometió protección para su familia a cambio de cumplir una misión que, según le dijeron, era crucial para silenciar a Uribe, quien estaba a punto de revelar un informe que comprometía a varios funcionarios en un escándalo de corrupción.
La fiscalía, ante la presión mediática y la gravedad de las acusaciones, admitió que el caso tenía nuevas aristas. La tensión en el país es palpable, y las reacciones no se han hecho esperar. Algunos políticos piden la renuncia inmediata del gabinete, mientras otros intentan desacreditar el testimonio del menor, quien ha sido amenazado en varias ocasiones por sus declaraciones.
Mientras tanto, la ciudadanía se ha movilizado, exigiendo justicia y la revelación de los nombres de los implicados. En Bogotá, Medellín y Cali, las calles se llenaron de manifestantes clamando por respuestas. La presión ha llevado incluso a que algunos funcionarios de alto rango abandonen sus cargos o soliciten medidas de protección, temerosos de las repercusiones de un escándalo que parece estar lejos de resolverse.
El testimonio de Juan Sebastián ha puesto en evidencia una posible red de corrupción que, según él, utilizaba a menores como sicarios descartables. La existencia de una segunda libreta, que contiene más nombres y detalles de la operación, ha dejado a las autoridades en un estado de alerta máxima. El joven ha declarado que solo entregará este documento si se garantiza que no se usará para negociar impunidad.
La situación ha escalado a tal punto que la Corte Suprema ha solicitado la detención preventiva de un funcionario clave mencionado por el menor, quien ha sido visto como un símbolo de renovación. La pregunta que flota en el aire es: ¿quién más está involucrado en este oscuro entramado de poder?
Con cada revelación, Colombia se enfrenta a un momento crítico. La lucha por la verdad y la justicia se intensifica, y el futuro del país pende de un hilo. La historia de Juan Sebastián Rodríguez Casallas, el niño sicario que se convirtió en el testigo más temido de la política colombiana, no solo ha sacudido los cimientos del poder, sino que también ha encendido la esperanza de que la verdad, por fin, prevalezca.