Un año ha pasado desde la misteriosa desaparición de Loan Peña, un niño correntino que ha mantenido a todo un país en vilo. La angustia y el dolor aún persisten, y la incertidumbre sobre su paradero se intensifica con cada día que pasa. En un entorno plagado de contradicciones y silencio, la reciente declaración de Nicolás Soria, un detenido en el caso, ha reavivado la esperanza de que Loan podría estar vivo. Soria, imputado por encubrimiento, ha sugerido que la desaparición del menor podría estar relacionada con un “secuestro político mafioso”, insinuando que fuerzas oscuras podrían estar involucradas.
La historia de Loan es un laberinto de testimonios contradictorios y un pacto de silencio que envuelve a los siete detenidos en este caso. La familia, que debería ser el pilar de la búsqueda, ha estado marcada por versiones cambiantes y acusaciones de complicidad. En medio de este caos, Soria, que ha pasado meses en prisión, se ha presentado como un activista contra el tráfico de personas, exponiendo la desconfianza hacia las instituciones y la justicia. Su afirmación de que Loan sigue vivo resuena con fuerza, pero también plantea más preguntas que respuestas.
Mientras la comunidad clama justicia, el tiempo avanza sin que se vislumbre un desenlace claro. La sensación de impotencia y frustración se apodera de los corazones de quienes anhelan respuestas. La desaparición de Loan no es solo un caso más; es un recordatorio desgarrador de las sombras que acechan a los más vulnerables. La búsqueda de la verdad continúa, y con ella, la esperanza de que un día, el pequeño Loan regrese a casa.