Un ataque impactante en Bogotá ha dejado al país en estado de shock. Este sábado 7 de junio de 2025, durante un mitin del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, un adolescente de solo 14 años disparó a quemarropa contra el político, hiriéndolo gravemente. La escena, que comenzó como un evento de campaña, se transformó en un caos aterrador cuando el joven sicario, con una Glock de 9 mm, abrió fuego, impactando en la cabeza y pierna del senador.
Uribe fue trasladado de urgencia a la Fundación Santa Fe, donde su estado es crítico. La esposa del senador, María Claudia Tarrazo, ha hecho un llamado a la nación para que rece por su recuperación, mientras la familia se encuentra al borde del colapso emocional. En paralelo, la historia del atacante se desvela: él mismo confesó que actuó “por plata y por su familia”, revelando que recibió instrucciones de un individuo conocido como “el de la olla”, vinculado a redes de narcotráfico en Bogotá.
Las autoridades han identificado al menos dos puntos de venta de drogas cercanos a la vivienda del menor, quien vive con su tía en un barrio marcado por la violencia y la falta de oportunidades. Su madre falleció cuando él tenía 9 años, y su padre se encuentra en el extranjero, lo que lo convirtió en blanco fácil para criminales que reclutan a niños como sicarios.
La policía investiga la procedencia del arma utilizada en el ataque, que fue comprada legalmente en Arizona en 2020. Este hecho ha desatado un debate político intenso, con acusaciones entre el presidente Gustavo Petro y la oposición sobre la desestabilización del país y el proceso de paz. Mientras tanto, Colombia enfrenta una dura realidad: el reclutamiento de menores por parte de grupos armados sigue siendo una crisis latente. La imagen de un niño armado disparando contra un líder político revive los fantasmas de un pasado doloroso, dejando a la nación preguntándose: ¿podría haberse evitado esta tragedia con mejores políticas sociales?